Me siento mal y no puedo decirlo, no puedo explicarlo, no puedo contarlo. Las víctimas lo son cuando ya han perdido. Yo no quiero parecer una víctima; aún no he jugado, aún no he perdido. Preferiría escribir en el papel que no tengo para no tener que soportar el peso de que crean que miento sin cesar. No miento. Me doy cuenta de muchas cosas, pero a veces no entiendo muchas otras. No sé si soy yo o es que, en efecto, la vida está hecha de incomprensión: hacia tí, hacia mí, hacia el mundo. A lo mejor es que nunca podrán entenderme o es que jamás podré comprender. Sólo pido saberlo de antemano, para que este sentimiento subversivo que baja mi autoestima hasta el límite deje, simplemente, de actuar sobre mí. No puedo contar con palabras lo que siento al descubrir que no estoy en ese maldito plan. Y así, básicamente, no puedo dar lo que me piden cuando no recibo lo que me parece tan natural.