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Me gusta muchísimo coger fragmentos de libros, periódicos, revistas, canciones e incluso anuncios. No importa el escritor, ni el cantante, no importa el tema... en verdad no importa nada; mi único criterio es la fuerza que cada una de estas palabras llegan a ejercer sobre mí. Puedo leer páginas y páginas sin notar ningún impacto, puedo escuchar cien canciones y no sentir absolutamente nada. Pero de vez en cuando llega ese vuelco al corazón; puede que sean dos palabras bien juntadas o puede que sea todo un párrafo, lo que está claro es que me transmiten una señal. Y enseguida me digo: "¡Eso es genial, magnífico! ¡Lo necesito! ¡Quiero convertirlo en mi tesoro, en mi mayor herencia!". Y acabo por dar a estas palabras un amor incondicional, las lleno de mis experiencias y, con el tiempo, son ellas las que van llenando y dando sentido a todos los momentos de mi vida. Era Dostoievski el que decía que "sólo la belleza puede salvar el mundo". Sinceramente, aún no sé si estoy o no de acuerdo con él, pero por ahora me decanto por las letras: las palabras sí pueden salvar el mundo. 

Y me juro que yo seré testigo de ello.