Fin del cuento. Nueva etapa.
Esperaba algo más, supongo. No fui lo suficientemente importante, ni lo suficientemente buena. Me siento extraña, como un cuerpo sin sentido que va y que viene, como un alma que ahora no piensa y después lo hace demasiado. Qué me merezco es algo indescifrable, o al menos lo sigue siendo para mí. Nada que contar, nada que esperar, nada que amar. Sólo un ángel que sigue en mi vida y que nunca me abandonará. De vez en cuando una lágrima recorre mis mejillas: aun sin quererlo, creo que llorar es mi método de curación. O parece que lo es ahora, porque no sé de ningún otro. Las heridas del amor nunca se van, solamente cicatrizan hasta que van tejiendo un corazón experimentado, fuerte, grande... esperanzado. Me gustaría no pensar más en ello, no pensar que hoy es san Valentín y que el regalo que esperaba se transformó en una metáfora del desencuentro, en un aura de soledad que a partir de ahora no parece querer deshacerse de mí. IN-COM-PA-TI-BLES. Puede que sí. Puede que no. Ya nunca lo vamos a saber.
Es una mala racha. Eso es lo que me digo. Sin amor, sin futuro cierto, sin equilibrio, con una sensación desesperante de inestabilidad que me atrapó un día y que no se va, maldita sea, que no se va. ¿Y la ilusión? Creo que nunca huye, por suerte ella no me abandona. Como tampoco mis inquietudes, porque aunque a veces jueguen malas pasadas, me ayudan a valorar mi vitalidad.
Sin más... Fin de la etapa. Nuevo cuento.
No comments:
Post a Comment