No sé si es real o si sólo existe en mi mente. Dudo de todo y me pierdo en la gran magnitud de mi propio desconcierto. Pero, aun así, no renuncio, sino que sigo, camino, me levanto y doy pasos hacia mi horizonte... un horizonte que quizás es una entelequia y nada más. El futuro es incierto y el mío, sobre todo, inquietante. Aunque supongo que aquí se encuentra lo mágico, lo que me empuja a levantarme, lo que da sentido a mi vida (si es que, en efecto, puedo decir que lo tiene).
El futuro es importante, pero para nada es predecible.
El futuro me motiva, pero prefiero vivir el momento.
Me abstengo de dictar demasiados objetivos.
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