Lo normal sería reflexionar, pensar en el año que se termina, hacer balance y crear propósitos. No voy a hacerlo, no quiero. Jamás. Nunca nadie entenderá lo que he pasado a lo largo de estos doce meses. No es un año para tirar cohetes, vaya, aunque tampoco es un año desastroso. ¿Cómo lo diría? El año de mi mayor crisis personal, el año de mi maduración, el año en que he perdido mucho, hasta mi dignidad. Pero también el año en el que he aprendido de verdad, el año de mi valoración: he comprendido que si yo no me quiero, nadie lo hará. Cuando estás tocando fondo y nadie puede entenderte es como si desaparecieras. Desaparecí. Volví a aparecer, pero se ve que sólo para unos pocos. No sé como interpretarlo: ¿bueno o malo? En teoría es malo, pero finalmente he hecho lo que quería y he vuelto a empezar. ¡No será tan malo! En breve tendré que escoger, perderé, pero intentaré ganar. Yo ya no pido nada, ya no quiero proponerme nada, ya me he cansado de ponerme a prueba. Yo sólo pido fuerza; y mi único propósito es no perder esa sonrisa. Ni el brillo en los ojos que sé que sólo yo sé desprender.
En la mejilla del año nuevo... un beso, un gran y dulce beso.
No comments:
Post a Comment